jueves, 16 de diciembre de 2010

La pena que vale

La pena que vale es la que aparece con la claridad. El dolor ciego es un apego, un capricho de la memoria que fabrica un falso sentido de pertenencia, de propiedad.
La claridad es lo único que construye verdades libres (con derecho a retractación).
Perfiero la claridad aunque duela, porque es la única pena que vale más allá de la ilusoria pérdida
.

viernes, 3 de diciembre de 2010

En estado de arte, la belleza

La belleza tiene espíritu libre e inocente. Es simple, inútil, pero imprescindible. Es fractal cuando se trata de consciencia. Se repite a sí misma en iguales dimensiones, estructuras y formas. The shape. The line.
Pocos, supongo, pueden agradecer vivir en estado de belleza constante, que no significa estado de belleza permanente e imperturbable. Para vivir en belleza constante se requiere de la sombra, el vacío, la uniformidad, todo esto a veces no tan bello, pero bello al fin.
Vivo por fortuna, destino u obcecación en estado de arte, que es belleza. En la virtud de la sincronías perfectas, orquestadas en qué se yo que orden supremo.
Mi vida es resultado de decretos antiguos. Sueños tan lejanos que olvidé en este presente donde, finalmente, se materializan. Y en este ahora, los recuerdo.
Quise yo un día conversar de ciencia y arte con el astrónomo pintor, músico, poeta y dibujante del viejo continente. Y ahi resulté yo, conversando esta noche alrededor de un malbec y un volcán de chocolate con el ente inspirador que se vuela con los astros, se apasiona con las partituras y sus pulsares, que casi llora por su hija. Ahí, esta noche estuve yo, constantando una vez más que con lo dicho bien puedo construir realidades con pinta de imaginario, pero realidades tan concretas como mágicas, al fin.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La noche

Anoche un suspiro te trajo de vuelta.
Retornaste montado en la ola de la tristeza.
Del duelo infinito que te intimida y aleja

Anoche enumeraste las penas.
Les pasaste revista buscando una tregua.
Quise ser tu paz y sonrisa, sin pensar en la pérdida

Anoche volví a tus ojos, a tu pecho dormido

Al calor de tu abrazo y beso fundido
Tan lejos, tan cerca pensé que de mi estabas
en la noche del reencuentro fugaz en mis sábanas

Y si la noche de anoche fue solo una pausa,
deseo que al menos sea tu pausa ideada.
Ideada en la nostalgia de mi recuerdo,
en las ganas de tenerme aunque no sea por miedo

Mi noche de anoche fue tibia y honesta
feliz en tu estancia de amor sin respuesta
Y si a caso una duda cruza hoy mi cabeza
es solo la duda de si habrá nuevas noches,
bellas como aquella

viernes, 26 de noviembre de 2010

El gustar

El gustar tiene un curioso efecto químico en el cuerpo. Es lejos lo más recomendado para modificar la percepción psicoemocional del entorno.
Tengo escalas de el gustar. Temas, prácticas, acciones, verbos, sensaciones e individuos que me gustan más que otros. El efecto que causan en mí es directamente proporcional al lugar que ocupan en el ranking.

Me gusta un lolo del que no conozco nada, excepto su perfil (virtual claro). Aquel hecho especialmente para la red, preciso, honestamente maquillado. El que permite sacar miles de conclusiones a partir de un posteo, foto o recurso. ¿Reales o ficiticas? da lo mismo la verdad, no hay nada mejor que volver a sentir la sensación del gustar.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pesadilla

Bajaba por Holanda en mi bicicleta, rápido, cada vez más rápido. Intenté disminuir la velocidad, pero mis frenos no funcionaron. Los adoquines me hicieron dar pequeños saltos mientras seguía acelerando de manera forzada. El primer pensamiento, me voy a sacar la cresta. El segundo pensamiento, me estrello y me muero.
Corte directo.
Yo sentada en la terraza de la casa de la madre de mi ex. Su hermana me mira y me dice, pero si él está saliendo hace un tiempo con Natasha. Me levanté, ofendida, irracionalmente furiosa. Salí de la casa y
detrás mío, él. Quise llorar, pero a cambio de eso salieron unos raros gemidos sin lágrimas falsas, porque sentía ira, no dolor. Le repetí la frase del incio del fin "eres como el hoyo", te odio, por qué me haces esto. Por qué tú y yo no. Quise matarlo. Desperté avergonzada, temiendo de mí misma.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Conjuros

De todas las canciones que he escrito algunas de ellas se han transformado en conjuros. Para bien o para mal las intenciones puestas en las letras se cumplieron con los años, curiosamente cuando yo ya no recordaba ni la pena, ni el responsable de ella, ni el tiempo que demoré en sanarlas.

Si Silvio fue capaz de deshacer un hechizo vudú en su contra con su "Abracadabra", mi sortilegio hizo lo suyo regresando a mi vida una disculpa que ya no esperaba de un sujeto que antes, mucho antes, fragmentó mi corazón, mi esencia toda.

Claudio, de quien decidí no reconocer la importancia que tuvo tras nuestra separación, fue mi novio en la época universitaria. Un tipo inseguro que se defendía del mundo humillando a quien lo desestabilizara. Yo por supuesto era su blanco favorito porque en esa época no veía en mi misma la simple grandeza de mi humanidad. No me conocía en lo absoluto.

Él tenía un humor increíblemente desagradable, humor que le hizo ganar la repulsión de mis amigos y hermanos.

Después de cuatro años de relación tormentosa, terminamos en el café del biógrafo, aquel ubicado sobre el cine de Lastarria, que desapareció con los años. Durante mucho tiempo tuve bloqueado el episodio, pero estos días luego de recibir su inesperado llamado telefónico, busqué en mis archivos y ahí estaba él, molesto, aportillando mi decisión, cuestionándola, advirtiéndome que me arrepentiría con sus ojos verdes desorbitados y el cuello rojo de furia. Se equivocó. Hasta el día de hoy siento que fue la mejor decisión que pude haber tomado no porque sea un mal hombre (o quizás sí, no sé, no me importa) sino porque somos distintos, tanto que habríamos sido ambos tremendamente infelices.

A las dos semanas de nuestra separación me buscó con flores y chocolates. Incluso llegó un día a la casa de mis abuelos, lloró, prometió. Al mes de eso volvió con su novia de antes, de quien siempre estuvo enamorado, creo. Se casaron mientras yo vivía (refugiada) en Inglaterra.

De vuelta en Chile y con dos nuevas relaciones a cuestas, lo divisé una tarde a dos cuadras de mi casa en el balcón de un preuniversitario dónde solía hacer clases. Al descubrirlo me puse mal, muy mal, me angustié de solo pensar que podía cruzarse en mi camino. No porque lo amara o extrañara, sino porque verlo me recordaba todo lo que había trasngredido de mí en su nombre. Pese a la cercanía de nuestros espacios, nunca nos encontramos en la calle. En este caso el universo siempre estuvo de mi parte.

No supe más de él hasta que hace un tiempo me agregó como “amiga” de facebook. No hablamos nunca, pero hace dos semanas establecimos una curiosa dinámica por chat. Fueron tres los intercambios suficientes para impulsarme a eliminarlo de mi selecto grupo de contactos. Luego de 10 años seguía incomodándome su humor y comprobaba que nuestras diferencias no eran sólo de forma sino también de fondo. Había un gran abismo.

Como desaparecí de la red social decidió escribirme al correo electrónico, preguntándome qué me había pasado. De manera muy diplomática, pero categórica, le dije que me había molestado su tonito durante nuestra última conversa y que por ser totalmente distintos no me interesaba mantener contacto. Primero, mandó una disculpa escrita y luego tomó prestado de la página web de mi trabajo mi teléfono directo y me llamó. Repitió sus disculpas por el último episodio y agregó que no había sido su intención incomodarme. Yo tomé el gesto como una reivindicación histórica, una disculpa por esto y lo pasado, por los años en los que me sentí menos que querida, abandonada, menospreciada y que a la larga se convirtieron en años que a él lo transformaron, pues “tú y tu familia me marcaron”, dijo al despedirse.

Al colgar no pude evitar pensar en la última canción que le dediqué hace más de 11 años, una que quizás lo sentenció a recordarme (nos) para siempre porque arrogantemente en ese entonces, entre medio del duelo, pensé que nadie podría quererlo como yo lo hice.

“Y antes que tu libro vuelva a relatar, el siguiente es el sortilegio que voy a jurar: no tendrás dos vidas que se mueran por ti, no tendrás dos muertes que lleguen para vivir”

No sé si su llamada responde o no a este conjuro oculto, pero lo que sí veo es que no es el primero que vuelve reconociendo las huellas que de mi quedaron. Y yo a estas alturas, no quisiera que ningún mal amor regrese a perturbarme pese a lo decretado en antiguas canciones, porque los conjuros que hoy canto son para que el verdadero amor ya luego aparezca.

martes, 19 de octubre de 2010

Cuando las ranas llueven

Algunas teorías científicas señalan que si ocurre un tornado en la región “X”, la fuerza de los vientos puede lograr que animales (como peces, ranas o sapos) se eleven y luego de un tiempo caigan en forma de lluvia en la región “Y”. Por suerte no son vacas…o ballenas.

La cosa es que en el último tiempo me ha tocado ver como las ranas fantasmas de mi vida han ido cayendo a mí alrededor, principalmente por el torbellino “los 33”.

La presencia mediática de mi papá en los últimos meses por el asunto de la Mina San José generó una serie de posteos por facebook y mensajes electrónicos de ex novios conmovidos por los hechos (no dudaré de sus intenciones pues, además de ser irrelevantes en términos literarios, no me interesan).

En paralelo a estas absurdas apariciones, ha ocurrido una seguidilla de encuentros esporádicos con ranas a, b, y c en la calle, en los bares, en la academia de yoga, en el barrio, en la ruta de mi bicicleta.

Lo más desquiciado es que precisamente ayer una compañera del instructorado de Hatha comentaba la cantidad de gente del pasado que estaba llegando de alguna manera a su presente en estos días. Llamadas por teléfono, mensajes, encuentros “casuales” en las veredas. Pensé, le dije, que me pasaba lo mismo. Que el sábado anterior me había encontrado con 3 personas distintas en 3 sectores diferentes de Santiago, que los correos electrónicos “sorpresa” ya ni siquiera me sorprendían y que de pronto la ciudad se había vuelto para mí un pueblo chico, muy chico, dónde me tropezaba a cada rato con diversos sujetos y sujetas que no veía hace tiempo. Meses. Años incluso.

Pero la capacidad de asombro siempre puede más. Hoy tuve una reunión temprano en una oficina de diseño, cerca de la ciclovía de Pedro de Valdivia. De lunes a viernes paso por ahí cerca de las 8:20, pero hoy lo hice a las 9:40. Crucé una de las calles y ahí estaba, a menos de un metro de distancia y muy sonriente, una de las ranas que ha inquietado más de alguna vez mis hormonas.

El sujeto data de hace casi una década, amigo de mi hermano, guapito, talentoso y absolutamente ajeno a mi. Recuerdo que la primera sincronía en tiempo y espacio fue en una época atormentada de mi vida, a causa de mi quiebre con el francés. Yo salía del trabajo un día sábado y sin ninguna razón de peso decidí salirme del metro para tomar la micro. Subí de la estación y antes que me diera cuenta quedamos frente a frente a la salida de la Estación Central. Él iba camino a su terruño, en el campo. Pocos días después lo visualicé en un paradero de plaza Italia.

Nunca me permitió cruzar la línea, pese a que para mí nuestros coincidentes encuentros en la calle eran “señal” de una conexión particular y mágica. Tonta, muy tonta yo, dejarme llevar por esta absurda y empecinada idea. Incluso a riesgo de morir de la vergüenza, hace dos años lo invité a salir, tras un tercer tropiezo involuntario. Su respuesta fue un desaire diplomático que lejos de matarme, me llenó de un extraño sentimiento de coraje y gallardía. “Al menos me atreví a dármelas de macha”, pensé.

Luego mi sabático, mi vida en Argentina y el olvido efectivo que genera el tiempo con las historias insustanciales. Hasta que a principio de año, por temas de trabajo me tocó tomar un vuelo desde Copiapó a Antofagasta. Subí por la puerta trasera, avancé hacia mi asiento y entre medio identifiqué su voz. Estaba junto a una chica dos hileras tras de mi, en el ala contraria. Mientras ubicaba mi bolso de mano, calló, seguramente pensando que así pasaría desapercibido y se evitaría la incomodidad de saludarme. Luego de voltear la mirada hacia él, inventarme sorprendida y extenderle un “hola loquillo, tanto tiempo ¿en qué andas?”respondió que venía de Santiago y que iba a Antofa a grabar algunas imágenes. Declaro que sucumbí nuevamente a la tentación de pasarme mil explicaciones místicas por la cabeza. No sólo porque el episodio (más cinematográfico que los anteriores) se sumaba a la lista de encuentros, sino porque nuevamente el denominador común era que aparecía en un período crucial de mi existencia, marcado por una mente enredada y un corazón dolido por (des) amores. Fue tanto el impacto que al bajar en el aeropuerto, luego de despedirme, me devolví para decirle “¿sabes?, siempre apareces cuando atravieso momentos y cambios intensos en mi vida”. ¡Pobre!, sólo pudo sonreír, porque ¿Cómo devuelves algo así?.

Y hoy, nuevamente, la ecuación se repitió con los mismos elementos. Duelo sentimental y enredo cerebral. Por supuesto, la conversación giró en torno a los mineros y el respectivo trabajo de mi viejo. Fueron pocos minutos en los que descueramos a los medios de comunicación y alabamos la actitud y aprendizaje de mi padre. Brevísimos instantes en los que yo, ahora sí impresionada, constataba como el tornado 33 seguía haciendo estragos en mi vida, dejando caer a mi alrededor una lluvia intensa de ranas, ranas y más ranas.

viernes, 15 de octubre de 2010

Mi belleza es intensa

Estoy segura que Nano tiene pena del corazón. Mientras sigo pensando cuál es la fórmula para sacarse al otro de la piel, él discursea entre nota y nota sobre la partida, el desencuentro, el pasado abierto sin presente. "Lo que antes tu me diste, lo que algún dia en mi viste ya no está", rasguea. Y en paralelo Chinoy le canta a su Klara sueca, que está en Suecia, lejos de su Valpo.
Nano me hace llorar, Chinoy moviliza mi ira. Ambos me conectan con mi intensidad, porque son sus espejos.
Tanto he culpado a mi yo intenso del exceso de desamor y abandono que he perdido la perspectiva de su belleza. Y hoy, al ver la puesta en escena de ambos músicos, caí en la cuenta que no hay belleza sin emoción bien vivida.
Alguna vez dije no me arrepiento de ser flor. Tampoco de ser una flecha pintada de arcoiris en movimiento constante. Mi eje se mueve hacia todas las direcciones, aunque al frente exista precipicio, aunque una vez arriba me de vértigo y me maree. No puedo evitar desplazarme.
Reivindico mi intensidad, porque es pura y honesta. No ha sido inventada ni aprendida (la intensidad es, no se hace). Fui parida en ella, soy una representante de su ímpetu y energía.
Intuyo que rindíendome a esta naturaleza lograré convertirme en otra "Klara" para un otro cantor, en suspiros declarados, en promesas cumplidas, en víctima agraciada de la sorpresa constante y las invitaciones cautivas.
No soy presa de mi misma, soy libre de ser todo lo que soy y más allá. Y mañana al despertame declararé esta independencia.

sábado, 9 de octubre de 2010

Lo no dicho

Me subo al avión. Dormito. Abro los ojos repaso el speach de la presentación. Me molesta el aire acondicionado. Uh!! no tomé mi antiestamínico y en Argentina la alergia puede emperorar. Buen viaje...buen viaje...buen viaje...- me dijo por chat. Mi papá debe estar en la mina a esta hora. Malditos políticos, maldito Piñera, payaso. Voy a leer. La Elegancia del Erizo, página 12, "idea profunda n°...". Cordillera. Poca turbulencia, que agradable. Nubes. ¿Desea algo para tomar? Jugo de naranja, por favor. ¿Dónde estoy poniendo mi energía? Ando cansada. Avisan pronto aterrizaje. Él dice que tiene un déficit en sus emociones, que no puede amar. Si sólo supiera que su problema no es falta de amor, sino incapacidad de comprometerse. ¡Hasta cuando sigue este individuo irrumpiendo en mi cabeza!. Lata, angustia. Respiro profundo, inhaaaalo, exhalooo. Quiero sexo. Quiero un abrazo y un beso en el cuello. Basta, ¿dónde estoy poniendo mi energía? Desde el miércoles sólo foco en el trabajo e instructorado. Como agota la búsqueda. El sur de la ciudad aparece por la ventana. Descenso. Señoras y señores el grupo One World a través de su operador Lan les da la bienvenida a la ciudad de Buenos Aires, cuando son las 2 de la tarde, hora local.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Como las margaritas

Mi piel no era piel sino escamas. De los pies salían raíces, no podía avanzar. Mi pelo largo, muy largo terminaba en la cintura con rizos perfectos negros y blancos visibles en el espejo que sostenía en la mano derecha. Un zorzal paró en mi hombro y me dijo al oído "no eres árbol, sino flor; para seguir conviértete en flor" Y automáticamente comencé a desvanecerme en la tierra. El tronco se hizo ínfimo, sutil, liviano, verde. De mi cadera un tallo firme pero delgado y desde ahí una hoja tierna. Las escamas se suavizaron hasta desaparecer. Ahora el pelo completo cano se armaba en pétalos, como los de las margaritas silvestres, esas flores que orillan la playa de Isla Negra y que me hacen reir.
El sol iluminaba la cara.

lunes, 30 de agosto de 2010

Herida de bala

Amanecí con mi cuerpo destrozado, adolorido, casi incapaz de movilizarse. No pude ocupar la bicicleta, me cuesta subir escaleras. Siento náuseas, mi estómago apretado. La cabeza bombea fuerte, zumba....zzzzzuuuumba. Mis ojos hinchados ¿te sientes bien? me preguntan en el trabajo y yo digo "más o menos, parece que me voy a resfriar". Y es probable que sí. Seguro que el virus de la influenza (o en este caso de la influencia) me atacó en 24 horas, justo después que me hirieran de bala a la 1:30 de la madrugada del domingo. El revólver se disparó desde una lengua inocente y el proyectil dio justo al centro de mi corazón, desangrándolo, rebanándolo en pedazos, desvaneciéndolo. Sin corazón bajan las defensas, obvio. Mi cuerpo es víctima de eso.

martes, 10 de agosto de 2010

El explorador y la bruja

Ambos estaban sentados uno al lado del otro en la banca de siempre de la misma plaza. Él, sonriente, mirando casi de frente al sol para que abrigara su cara, atento al entorno, las gentes, los perros, al vendedor de algodones de azúcar. Su mentón se apoyaba en las manos y sus codos sobre cada pierna. La miraba con compasión, pero la respuesta de ella era huraña, hastiada, molesta, tal como su postura corporal. Tenía las piernas cruzadas, su brazo izquierdo rodeaba su cintura, mientras el derecho se sostenía sobre la rodilla del mismo lado. El entrecejo fruncido y la espalda encorvada, como queriendo imitar la de su tía abuela.

Comenzaron el diálogo.

- No termino de entender esa costumbre tuya de andar tan “abierto” por la vida. ¿No entiendes que la gente es mala, envidiosa, que busca hacerte daño, que puedes salir herido si confías demasiado en sus intenciones? Tu falta de criterio nos ha llevado al abismo más de una vez, nos ha destrozado el corazón y tú insistes en tirarte al vacío una y otra vez. Es irresponsable exponerse de esa manera.

- Si tan solo te dieras cuenta cuántas oportunidades pierdes de conocer personas increíbles. Cómo es posible que tu ego sea tan grande, que creas que las personas te quieren hacer daño, a ti. Nadie está preocupado de ti, no eres el centro del universo. Con suerte la gente está tratando de llevar sus propias vidas y tú piensas que van a tener tiempo para perjudicarte. Me parece soberbio. Estando siempre a la defensiva y relacionándote desde el miedo nunca vas a poder ser feliz, acercar el amor, descubrir la magia. Entiendo que mi actitud te resulte osada muchas veces, pero al menos me ha permitido experimentar emociones reales.

- ¿Y de qué te ha servido? Mil veces te has entregado casi con los ojos cerrados y los brazos abiertos y te han partido el alma. Nos han destrozado el corazón. ¿Y quien es la que se tiene que hacer cargo de esa pena, de ese dolor después? ¡Yo! Yo soy la que tiene que sostenernos por tu ímpetu.

- Pero piensa, ¿Quiénes nos han mentido? ¿cuántos de los que nos han acompañado nos han mentido? Sí, hemos estado con personas inseguras, miedosas, inmaduras, pero nunca, jamás, mal intencionadas. Nunca nos han partido el corazón por un engaño, nosotros hemos caído en eso porque hemos cometido el error de armar expectativas dónde no hay posibilidad de construir algo. No es el resto el que nos ha dañado, nosotros lo hemos permitido.

- Yo siempre sé cuando vas derecho al vacío, en el fondo siempre sé y no me escuchas, no me quieres escuchar nunca.

- ¿Pero si sabes, por qué no me gritas? ¿Por qué no me detienes cuando detectas el peligro? Yo reconozco que en eso, en la intuición, eres una gran maestra, ¿por qué entonces no me detienes cuando sientes que vamos a caer nuevamente?

-

- No sé. Quizás… lo que pasa… ¡no puedo creerlo! Creo que soy una adicta al dolor. Yo siempre detecto cuando una situación nos va hacer daño, pero… cresta… soy incapaz de frenarte. Me quedo callada porque en el fondo, muy inconscientemente, creo que en el dolor es el único contexto dónde puedo pedir ayuda o sentir pena y buscar contención. No me permito esto estando sana, contenta.

-

- Tú bloqueas y yo no te escucho. Confía y tu intuición será mi guía. Es un pacto.

miércoles, 28 de julio de 2010

Charaiveti, charaiveti

Fran habla de moverse. Observa que un ventilador gira, que un corcho se dispara, que él se mueve. Movimiento causado- en cada caso- por efecto de la física, fuerza y sinapsis cerebral.
Yo también me muevo. Mis neuronas se aceleran e inventan historias. Mi mente se mueve. Mi corazón también se mueve; de hecho porque dejo que se mueva no sufro de constantes paros cardíacos. Palpita. Es libre de transitar de la pena a la alegría, de la emoción a la indiferencia, del amor al miedo... o más bien viceversa.
Fran escribió sobre el moverse. Al leer su texto me vi en una pieza sentada en una silla al lado de un escritorio. Él, al borde de una cama, sentado, mirándome expectante mientras yo avanzaba por el escrito. Mis ojos se agrandaban asombrados, luego fruncía el ceño con expresión de extrañeza, pero con las comisuras de mis labios giradas hacia arriba, reía.
Terminé, lo miré y con la sonrisa típica que provocan en mí los delirios (los míos, pero en este caso el suyo), le dije con cariño y aún con el papel en la mano "la media pelada de cable, loco".
Me levanté, me acerqué a él, lo tomé de la mano para levantarlo de la cama. Lo abracé fuerte, apretado con mi perfil derecho hundido en su pecho. Elevé la vista, tomé su rostro entre mis manos y lo besé, despacio, suave, más bien con ternura.
Me retiré de él, tomé su mano nuevamente y comencé a cantar "Locuras". Giré desde su brazo, impulsada por la melodía. Giré, giró, giramos. Fabricamos una danza extraña, pero funcionaba. Nos movemos...nos movemos....nos movemos… (pensé).
Como respuesta a mi movimiento- desencadenado por su movimiento- Fran pidió prestada "El día en que voy a partir", para decirme, entre otras cosas:

"No te muevas, si puede estar quieta la felicidad
si puede volverse de piedra el amor.
Convierte en estatuas los días y el mar.
Quizás me comprendas mejor".


Y por la respuesta yo empezaba a comprender que a veces para moverse no hace faltan idas ni venidas. Que a veces uno puede continuar moviéndose desde la quietud, que también lleva en sí misma movilidad. Desde ahí me continúo moviendo.

miércoles, 21 de julio de 2010

Matria de Crespas

Las crespas tienen energía de crespas. Sueñan como crespas, viven como crespas, seducen como crespas.
Dani, Atma, Rejane, Pepi, Carolina somos crespas. De Venezuela, Chile, Brasil, del mundo, siempre crespas, crespas, crespas.
Aparecen en mi vida las crespas y aparezco en la vida de otras crespas.
Las crespas están en mi baraja de tarot redondo y allí son shakti, conexión a la tierra, pasión, instinto, sexualidad, energía vital. Crespas de bastos, crespas en comunidad de crespas.
Alégremente convivo con mujeres crespas. Son bellas las crespas. Alegres, visibles, artistas, queribles.
¡Cuánto me gusta ser del clan de las crespas! ¿Y si fundamos la Matria de Crespas?

viernes, 16 de julio de 2010

El hogar al centro de mi pecho

Aterricé en Ezeiza cerca de las 12 del día del jueves 15 de julio. Mi corazón en la garganta latió fuerte, tan fuerta que no tuve dudas de estar viva. Me recibió un sol ventoso y helado, muy típico del puerto en invierno. Exactamente un año antes caminaba por los adoquines de Colonia, Uruguay. Hace un año y un día cantaba por primera vez en Ladran Sancho, en el Abasto de Buenos Aires.
Ahora me reencontraba con Argentina en un viaje relámpago que fue también un viaje hacia la fuente, mis emociones y los afectos.

- "Señorita, taxi, remis".
- "No, gracias"- contesté. Él conductor no sabía, pero yo volvía a casa. Sentía la confianza de los niños que recorren su barrio en bicicleta.
Comencé el tránsito al centro y las pulsaciones aparecieron en mis ojos en forma de lluvia. Las lágrimas tienen esa mágica y doble cualidad de acompañar tanto la tristeza, como la alegría. Yo festejaba lo segundo.
Camino a casa de Dani reconocí las calles, los espacios, las picadas, los barcitos. El olor y el viento fresco. En Independencia 2394 toqué el citófono de su departamento. Al otro lado la voz venezonala de mi amiga, exclamó ¡Caro!. Ahí estábamos nuevamente las dos, entre las paredes color celeste que pintamos hace poco menos de un año. El mismo espacio, pero con una dueña de casa más dueña de sí misma, empoderada, abierta al mundo y a la vida.
El Bar de Cao nos recibió como antes, aunque ya no era el mismo. Nosotras tampoco.
Por la tarde partí hacia Abasto. A eso de las 6 toqué el clásico timbre musical de la puerta del Hostel Córdoba. Sonó la chicharra de apertura y subí la escalera. Dije gracias como siempre y Fabio, también como siempre, me respondió con su muy brasilero "de nada". Sentí que estos ocho meses no habían sido más que un paréntesis. Todo seguía igual, pese a las asuencias de los chicos que conocí.
Mi casa hablaba otra vez a través de las paredes, la tibieza del pasillo, la cocina que fue lugar de tantos mates, cervezas, canto y encuentros. Hablaba también a través de Reje que me recibió con su característico "florcita" y su sonrisa eterna. Entre medio del diálogo repasaba mis memorias, las crónicas que redacté sobre ellas y el momento en que me fundí con ese espacio y lo hice propio. Fue pronto, a las semanas, en una clara intención de responder a la intensidad de las circunstancias. Y ahora todas esas imágenes mentales y emocionales me envolvían y embriagaban, me transportaban, me devolvían esa parte de mí que quedó para siempre en Buenos Aires y que cada tanto tendré que ir a visitar para no olvidar la sensación de libertad, plenitud y entereza con la que puedo enfretar cada día de mi vida.
Toda hora se tejió desde los encuentros mágicos y los recuerdos. Paseé por las avenidas que algunas veces caminé con Emilio. Me acordé de cómo nos conocimos en Montevideo y por sincronía llegué a algunos espacios en plaza Serrano que fueron testigos de nuestro romance estimulante y abierto.
Re- conocí a Francisco y me inundé de su tibieza, de su mirada inocentemente adulta, de su energía cristal. Agradecí su interés por nuestras conversaciones y la conexión que sentí con él y conmigo misma.
Hubo guitarra, práctica yóguica y encuentro con Víctor a quien le debo mucho más que las clases en Palermo. Hubo risas, llanto, humo, cervezas, duelo y resurrección.
La visita terminó el domingo con lluvia intensa. Agua que simbólicamente sanó mis penas, limpió mi mundo interno y permitió que despidiera lo viejo para recibir lo nuevo. Eso nuevo que se funda en la raíz, pero que se reinventa para responder a la siguiente etapa.
Es cierto, he escrito en alguna canción "que tengo raíces, pero siempre un nuevo hogar dibujado en el centro de mi pecho", pero debo decir que de esos hogares, Buenos Aires es uno de los preferidos. Es el que me conecta con la esencia del viaje, con lo luminoso y tranquilo (no con el vértigo) del cambio, con la libertad. Buenos Aires, Buenos Aires, mi Buenos Aires querido.

viernes, 15 de enero de 2010

Sueño, en llamas


El domingo, irrumpió Manka Saya con bombo al frente. A mi lado Fran miraba alucinada, Mauro seguía al grupo con su cámara. Flashback inmediato al mes de agosto cuando tocaron en La Catedral, Buenos Aires, Argentina.
Fran, Mauro, mis ex compañeritos de FLACSO que se transformaron en amigos con los meses, se repetían como yo el espectáculo ahora en el Galpón Víctor Jara, Barrio Brasil, Santiago, Chile.
Antes de entrar había saludado a un ex colega de mi último trabajo en Estación Central y primero que eso a la novia Argentina de Mauricio con quien compartí alguna cerveza en la calle Corrientes.
A ratos parecía un truco mental. ¿Dónde estoy? ¿Con cuál de mis tribus? Pasado y presente se fundieron en una hora. Traslape total de realidades.
Manka Saya dejó el escenario y apareció Imperio Diablo. El flautista de este grupo porteño siempre estaba en la peña de Almagro donde también toqué un par de veces. Creo que incluso Mauro me lo presentó en una oportunidad. Ahora, mientras tocaba en el galpón yo recordaba que alguna vez quise interpretara uno de mis temas. No se dio. Y esta vez yo lo seguía a él, a su banda como público.
Luego de eso Puran me envió unas fotos que sacó durante la presentación. Las archivó como “en llamas” y es cierto había energía fueguina ese día.
Cuatro días después de la experiencia Canelo me dijo que parecía ser un sueño. Lo fue. Gentes sin vinculación aparente aparecían en un mismo escenario que, a su vez, se confundía con otro. Imágenes borrosas a ratos, calor.
Y como parte del mismo estado onírico (o tal vez como corolario) llegué esta noche a la meditación de fuegos en Agni, un centro de yoga Kundalini con amigos en común de Pao (Sat Daya, señora de mi amigo Juan, amiga cercana) y Puran. Saludos cruzados a la organizadora del evento amiga de mi amiga y señora del amigo de mi compañero.
Los personajes eran las personajes, sólo mujeres orando por la sanación individual, grupal y planetaria. Energía femenina circulando desde la raíz, el primer chakra hasta la corona, proyectándose con fuerza desde el corazón, abriéndose, multiplicándose, contagiándose.
Con esa frecuencia nos enfrentamos luego del encuentro a Orixangó que en sincronía perfecta, como cierre ideado para la meditación, se presentó en Las Condes. Nuevamente, tambores, vientos, energía tribal, pelvis, fuego ancestral, catarsis. Mientras mis pies enraizaban en la tierra y mi cuerpo serpenteaba yo volví a sentir lo del domingo: es un sueño. Un sueño que esta vez mezclaba sensaciones y energías totalmente en llamas.