martes, 11 de octubre de 2011

Pulsión

El hombre moreno, alto, de manos grandes y firmes, me tomó desde las nalgas con un brazo y cruzó mi espalda con el otro. Caminó unos pasos conmigo alzada y me tiró sobre la cama. Su peso completo sobre mi horizontalidad corporal. Su virilidad despierta sobre mi pubis, sus manos explorando mis caderas, la cintura y un pecho, luego el otro. Su boca se abalanzó sobre mis senos, los disfrutó largo tiempo, para luego subir por el cuello y ahí llevarme al extremo del delirio.
Me perdí en mil gemidos. No opuse ninguna resistencia ni control. Sucumbí al erotismo primigenio. Él dominaba y yo recibía, extasiada. Salí del inconsciente. Desperté con ganas de más.