jueves, 12 de julio de 2012

El círculo

Una de mis grandes amigas se está separando. En enero, tres de las cuatro que conformamos ese círculo de mujeres celebrábamos la apuesta de iniciar vida en pareja. Nos embarcamos en el nuevo viaje llenas de miedo, pero con ganas. A la Paz se le quitaron las ganas a la semana de convivencia. Se dio una oportunidad, pero la relación no despegó nunca en estos seis meses.
La miro, nos miro, y me pregunto si es posible obtener cifras azules en el emprendimiento amoroso cuando nos hemos comprometido con más años que la media. No es por ser vieja, sino por mañosa que a veces con los 35 a cuestas se hace más difícil empatizar con el otro, ceder espacios, negociar el lado de la cama o las salidas nocturnas; no sentirse aludida por comentarios odiosos. Por mañosas y hormonales porque si hay algo que nos define en esencia es la condición emocional, que de vez en cuando nos vuelve insoportables incluso para los compañeros de trabajo. Que levante la mano la que con algo más de 10 años de vida laboral no ha llorado ni una sola vez con un jefe, un colaborador, un xx que irrite nuestra voluble sensibilidad. Ahora pregúntele a un hombre...
Mientras más años, más mañosas, más hormonales, más complejas, más difíciles de sucumbir al influjo de la vida marital que sí o sí genera restricciones, renuncias, abstinencias y desganos. Es realmente un dilema, en el sentido más griego de la tragedia porque a nosotras, mujeres libres e independientes, nos sitúa en la encrucijada de ceder, compartirse y comprometerse en una vida de a dos, o abandonar la idea de un compañero estable a cambio de mantener la libertad. Desde la libertad de vincularse (o no) con quien uno quiera, hasta de pasar un fin de semana en pijama sin bañarse.
Está triste la Paz. Deshecha, más bien es la palabra y sus amigas sufrimos con ella la pérdida, que no es la pérdida de un hombre (o no sólo eso). Es el proyecto roto, la sensación de haber vuelto a foja cero, de retroceder, de dejar que el peso de la historia sea más determinante que un futuro posible.
Entonces, nos reunimos. Organizamos salida de chicas, no en casa, sino en un bar. Sin horarios, sin presiones de ningún tipo, sin restricción de comentarios o gestos. Nos reunimos como antes en el círculo que nos recuerda que aún somos mujeres vivas, que nos conecta con todos nuestros aspectos femeninos, la emotividad, la coquetería, los zapatos o el accesorio de moda, el cariño, la sensibilidad, lo receptivo, el comentario frívolo, la reflexión profunda. Las ganas de seguir siendo minas ricas, valientes y emancipadas que nos ayuden a seguir adelante y, como en tantas otras épocas, volver a empezar.