miércoles, 29 de noviembre de 2023

Serendipia

La primera vez que ella le dijo que lo quería fue en octubre. No se atrevió antes, aunque la pulsión aparecía cada vez que él cambiaba la mirada y la observaba con una profundidad alada y amorosa, esa que la transportaba a un espacio compartido, permanente.

Lo mencionó mientras lo abrazaba recostada en la cama, luego de fundirse en su piel, días o quizás semanas después del viaje. Todo se detuvo en fracción de segundos. Él sintió un vértigo paralizante que le hizo esbozar una sonrisa nerviosa, sorprendida, casi inocente, y un abrazo intenso. Ella, en realidad, no buscaba respuesta alguna. Sólo necesitaba sacar aquello que crecía y comenzaba a desbordarla por dentro. 

En una mañana de sábado, él confesó que de seguir en el tiempo se pensaba junto a ella, en un mismo espacio. Vivir juntos. Fue entonces cuando ella sintió el mismo vértigo, porque si había algo a lo que le tenía miedo era el peso de la rutina. Luego entendió que si bien no había un te quiero de su parte, en aquella proyección la declaración quedaba pequeña.

Ese día él la invitó a su casa. Debía terminar un proyecto, pero no quería estar sin ella. Y es que todo era fácil en ese vínculo. La presencia de esta mujer en su cotidano, las conversaciones y lo natural de las interacciones lo conectaba con una persona que durante mucho tiempo estuvo dormida. Tenerla de vuelta, lo hacía feliz.

Se ubicó frente al computador, mientras ella se recostaba a leer en la cama que estaba en la misma habitación. A su lado, Nina enroscada, pedía cada tanto atención y caricias sobre el lomo. A ratos, él se sumergía en un soliloquio frente a la pantalla y cuando volvía, le acercaba el mate y le sonreía. En un momento ella sintió que esa escena podría repetirse muchas veces, muchos días, muchos años y no cansarse. De alguna manera, él dibuja una línea impensada y la invitaba a usarla como guía para llegar a otra orilla, inimiginada y nunca antes deseada.

Le pasó de nuevo el mate al tiempo que ella le leyó el significado de serendipia, ese hallazgo inesperado de algo valioso que aparece cuando no buscas nada. Él para ella era su serendipia, inexplicable y asombrosa. 

- "Somos serendipia", pensó también él, justo cuando ella intentaba disimular su entusiasmo algo adolescente. 

No habían certezas, sabía que nunca las hay, pero dentro de ella sentía una verdad incuestionable que no nacía en la mente, tampoco en el corazón. Brotaba de un lugar extraño y desconocido. Su sensación permanente era que al conocerse se encontraron, y que ahora estaban reconociéndose.

lunes, 23 de octubre de 2023

Los coleccionistas

En el sillón gris, sentado, comenzó a cerrar los ojos. Poco a poco entró en un sueño profundo, mientras la noche pintada de estrellas avanzaba sobre el acantilado boscoso que llegaba al mar. A su lado, ella se instalaba con el libro sobre antimateria, magia y poesía que tres semanas antes él le regaló para su cumpleaños. Entre líneas, pensó que teóricamente no era del todo cómodo celebrar un año con quien llevaba saliendo por algo más de un mes. Que había cierta valentía y arrojo en el acto de pensar, identificar y obsequiar, porque en pocas semanas era difícil conocer al otro.
Pero lo cierto es que nada era complicado con él, pese a las circunstancias complejas. Prueba de ello era que en solo tres meses de conversaciones extendidas y desprejuiciadas, salidas nocturnas, caricias y deseo desbordado se fue tejiendo una intimidad desconocida.
Por eso parecía natural estar en ese momento en una cabaña perdida en O'Higgins.
Ella intentó retirar la mano izquierda de su pierna, pero él la detuvo para manterla dentro de la suya. Así es que con dificultad intentó regresar a las páginas del libro. 
- "Albert Einstein decía que a los dieciséis años le surgió la idea de alcanzar un rayo de luz", leyó para sí. No pudo continuar porque recordó cuando en los intercambios iniciales hablaron de teoría de cuerdas, átomos y los multiversos de Maturana.
Todo lo que aparecía en las páginas la retrotraía a esos diálogos de interés genuino, que tenían una implícita coquetería.
Pensó que era extraño tener tantas memorias profundas en tan corto tiempo. Como aquella vez que aparecieron en ella las ganas incontenibles de escribir sobre esa noche en la que ambos experimentaron la noción extraviada del tiempo, y la sensación de perderse en el cuerpo del otro. De desdibujar el límite físico como metáfora de una fusión nuclear.
- ¡Lo atómico!, dijo él cuando leyó el texto, aludiendo a la expresión que ella siempre usa para describir lo grandioso e inabordable.
Con la conciencia de regreso en la habitación, bajó el libro y lo miró mientras él aún permanecía perdido en el sueño. El momento le pareció hermoso. ¿Cómo es que la comodidad se instala tan fácil y en tan poco tiempo entre dos perfectos desconocidos que se cruzaron por azar y predisposición?.
Aparecieron entonces en su mente el fin de semana inaugural, cuya primera noche se extendió hasta la mañana de domingo a causa de "unas ganas infinitas", como dijo él. El mensaje que apareció a las horas en su teléfono dónde él le hablaba de la belleza del encuentro. Las reuniones siguientes, los diálogos sobre política, la tarde agotada de museo, la billetera olvidada y lo significativo de compartir con los círculos afectivos más privados. El "bella" que cada tanto él deja escapar de sus labios.
Pensó entonces que tenían una buena colección de recuerdos.
Él se movió para recostarse. No la soltó. Enrelazados, sumaron otro episodio a la antología.