miércoles, 21 de octubre de 2009

Transformación

Anoche soñé que moría. Buenos Aires se inundaba de a poco. Como en una película en cámara lenta la lluvia arrasaba con casas, calles, edificios.
Corte directo: yo postrada en una cama. Mi mamá sujetaba mi mano y lloraba silente; detrás, distante, mi padre. Yo acostada también lloraba y repetía en voz baja "tranquila, todo va a estar bien, estoy bien". Puran observaba desde el otro costado.
Desperté con mi cara mojada por las lágrimas. Afuera la lluvia caía y sentí que la muerte, como el arquetipo de la transformación y el cierre definitivo se anidaba en mis emociones manifestadas en agua.
La despedida siempre es agónica.

viernes, 16 de octubre de 2009

Detenido

Son las dos de la mañana. Hace una hora terminó el concierto del grupo de jazz de Javi. Tremendos músico, mi amigo tremendo compositor. Fue divertido entrar en el juego de adivinar quienes eran los autores de los temas. La creación de Javier, fusión perfecta entre lo latinoamericano y el soul clásico, me resultó inconfundible. Cómo él dijo, no fueron en vano 12 clases de armados de canciones. Nos conocimos al punto de reconocernos.
Bajo del taxi y en el edificio abandonado del frente del hostal suenan golpes. Como si alguien martillara o diera patadas a las tablas. Entro a mi casa, me lavo los dientes. Me pongo a escribir esta crónica y escucho gritos. Una patrulla y tres policías obligan al sujeto que está dentro del inmueble a salir, a dejar de hacer quilombo. "Salí o te sacamos a balas". Del interior aparece un tipo que desde mi ventana se ve joven. Lo tiran al suelo, lo esposan. Uno de los patrulleros fuma un cigarrillo. Empiezo a elocubrar sobre los motivos que tiene un sujeto para atraer de esa forma la atención de la policía, en vez de quedarse piola en el edificio de tres pisos que solía ser una peluquería. ¿Será que hay quienes extrañana la cana? ¿o la necesitan para dormir? ¿será que no tenía que comer mañana? ¿será que estaba con paco o empastado como decimos allá?.
Ahora hay dos patrullas y al menos cinco policías. El sujeto es sólo uno, sentado en la puerta del edificio, disminuido, rodeado por la autoridad.

lunes, 5 de octubre de 2009

Lo aprendido

Buenos Aires comienza otra vez a entibiarse. A ratos nos envuelve en una brisa casi marina, como esas frescas del puerto de Caldera a las tres de la tarde.
Estas dos semanas se han vuelto más formales que todos los meses vividos en Argentina. Estoy de cabeza trabajando en el documento final para Flacso. La guitarra se ha mantenido en silencio no por hastío, sino por cansancio. Es una etapa de repliegue para observar el camino recorrido y los esfuerzos realizados. Comienza mi evaluación y en esta acción intento mantener el centro en el presente que me queda.
Hasta antes de viajar a Chile sentía que habían muchos temas por resolver. Que el tiempo se agotaba y que debía correr contra él para no dejar cabos sueltos. La ida y venida me mostró entre otras cosas que estoy preparada para el regreso. Que lo que queda por descubrir lo encontraré en una nueva etapa, con otras interacciones, en el escenario que reúne mi antigua y lo que será la futura vida.
De Buenos Aires me llevo, principalmente, la convicción de que cada vez que nos adentramos más y más en el camino del corazón para algunos, el camino de la consciencia para otros, aparecen compañeros de ruta dispuestos a alivianar tu carga. Y a veces quedan atrás quienes fueron tus escoltas, acompañantes de otros viajes y aprendizajes. No es en ningún caso triste ni violenta la despedida. Es un desapego natural lleno de agradecimiento por lo vivido.
Me llevo también la bendición de haber abierto, a través de la práctica yóguica, mi corazón más allá de lo dimensionado. De haber descubierto el amor incondicional por la existencia y los seres que la componen. Sin expectativas ni demandas. Solo entregando esa energía por la felicidad del gesto.
Me voy con los afectos de Reje, Dani, Marina. Con los almuerzos en el hostel a las 14, el mate y las cervezas de media semana en el barsito de Cao de calle Independencia con Matheu. Me voy con el miedo vencido de mostrar mi canto y la certeza de que la música es mi máxima expresión creativa, pero no la única. Me devuelvo con ganas de gestar en lo más íntimo y público del concepto. Con la princesa resuelta y la guerrera despierta, pero ya no más a la defensiva. Regreso en paz.