lunes, 24 de agosto de 2009

Wahe Guru

El viernes partí cerca de las 11 al Dui Dui, el bar donde tocamos hace un tiempo con Derk. Su amigo holandochileno, Alejandro, estaba de visita y esa noche improvisarían algo de los Beatles. Jano, que resultó ser tremendo músico, me invitó a latinoamericanizar el repertorio al final de la presentación. Sin ensayo trajimos a Hijo del Sol Luminoso de Joe Vasconcellos, Soy paz, soy pan, soy más de Piero.
Nuevamente hubo buena recepción.
Todos se preparaban para participar en el karaoke. Es decir, todos empezaron a copetearse para abandonarse pronto al sentido del ridículo que a algunos (me incluyo) nos sale naturalmente sin necesidad de alcohol.
Les costó ponerse borrachos. Mal que mal eran holandeses, es decir tipos, chicas, con amplia cultura etílica. Así es que mientras llegaban al punto yo me apoderaba con otras dos argentinas- igual de sanas, igual de ridículas que yo- del micrófono y las letras. "De mi tierra bella..tarantan...De mi tierra santa...taran tan". Cuando los primeros síntomas de alcoholismo empezaron a aparecer, aterrizó al lado mío una chica holandesa de no más de 19 años que me tomó de la mano (fuerte) y dijo en un español muy gringo "canta conmigo Julieta Venegas", la conocés? En forma paralela gritaba a Derk "Derk: yio (con i) te quiero con limón y sal". Cantamos con gran esfuerzo.
Cerca de las 4 de la mañana, después de no sólo cantar sino además bailar las salsas del karaoke, el barman se acercó al micrófono y me llamó nuevamente con acento holandés "Carolena...vení. Esto es para ti". Y una botella de champaña llegó a mis manos como regalo de Dui Dui. Por qué? ni idea, supongo que agradecieron la energía o lo esfuerzos por congregar.
Me acosté tarde, pero como lechuga amanecí al día siguiente para la clase de yoga. Después de eso nos juntamos con Dani y luego volví a Sadhana para aprender a hacer y recibir un masaje. Rico, reparador e instructivo.
El día terminó cuando repartimos las viandas de comida en las calles cercanas a la Iglesia de Guadalupe. Ana María estaba molesta esa noche. Los tres chicos que viven en la vereda del frente (entre 8 y 12 años todos ellos) le habían sacado la leche del día. "Si acercan los rompo a palos a los hijos de puta", nos decía. Le dimos la cena y tratamos de calmarla, sin muy buenos resultados.
Al día siguiente, teniendo en mente la tocata de la noche partí con Surpreet a San Isidro. Nuestra ex compañera de Kundalini, Kiri, cumplía sus 120 días de embarazo y nosotros recibiríamos el alma de su bebé según la tradición yóguica, entre mantras y meditaciones. Celebramos no sólo su maternidad, también nuestra fertilidad de ideas, el espíritu creativo sembrado en el alma de las tres.
Llegó la noche. Eran cerca de las 11 y La Catedral, el bar/milonga de Sarmiento 4006 que los domingo se transforma en Peña, sonaba a Chacarera. Estaba nerviosa, había mucha gente (pese a ser domingo) y tocaba Semilla, un grupo de folklore electrónico argentino que sonaba perfecto.
Mientras Dani bailaba en la pista, vi acercarse a alguien de tiempos antiguos. Helga Balich, Candy, amiga de niñez- separadas por la vida, reunidas por el cariño de infancia- me observaba con una sonrisa muy familiar. Por cinco segundo creí estar en un sueño. Mi lógica decía que era imposible que una magallánica, ex habitante de Tierra del Fuego, parte de una familia que fue la mía en Cerro Sombrero estuviera en ese lugar. Pero así fue. Ella y Claudio llegaron por el fin de semana a Buenos Aires, por Facebook se enteraron que cantaba esa noche en el bar de Almagro y decidieron acompañarme.
Fue tan surrealista como mágico y bendito. Me sentí en casa entre tantos extraños. Respaldada, sostenida.
Antes de salir al escenario, el cantor previo (porteño) decidió tocar Plegaria de Un Labrador de Víctor Jara. ¿"Eres chilena"? Me invitó. Cantamos a voces, sonó casi perfecto. Como si Víctor desde arriba hubiese unido las voces sin ensayo.
Me sentí poderosa, valiente, segura. De ahí arrancó fluidamente, sin baches, Entendiendo, Sangre corazón, la canción del tío, una salsa y Partir, partir (que habla del Desierto y la zona Austral).
Aplausos, comunión. Músicos que se acercaron agradeciendo la música. Yo les agradecí de vuelta. Intercambios de correos y sonidos, la posibilidad de seguir tocando allí..
La vida me lleva donde quiere y siempre es el mejor lugar. Siempre es un terreno fértil para nuevos amigos, reencuentros y música, mucha música. La Catedral me espera de nuevo. Seré una fiel feligresa. Bendecida

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