miércoles, 28 de julio de 2010

Charaiveti, charaiveti

Fran habla de moverse. Observa que un ventilador gira, que un corcho se dispara, que él se mueve. Movimiento causado- en cada caso- por efecto de la física, fuerza y sinapsis cerebral.
Yo también me muevo. Mis neuronas se aceleran e inventan historias. Mi mente se mueve. Mi corazón también se mueve; de hecho porque dejo que se mueva no sufro de constantes paros cardíacos. Palpita. Es libre de transitar de la pena a la alegría, de la emoción a la indiferencia, del amor al miedo... o más bien viceversa.
Fran escribió sobre el moverse. Al leer su texto me vi en una pieza sentada en una silla al lado de un escritorio. Él, al borde de una cama, sentado, mirándome expectante mientras yo avanzaba por el escrito. Mis ojos se agrandaban asombrados, luego fruncía el ceño con expresión de extrañeza, pero con las comisuras de mis labios giradas hacia arriba, reía.
Terminé, lo miré y con la sonrisa típica que provocan en mí los delirios (los míos, pero en este caso el suyo), le dije con cariño y aún con el papel en la mano "la media pelada de cable, loco".
Me levanté, me acerqué a él, lo tomé de la mano para levantarlo de la cama. Lo abracé fuerte, apretado con mi perfil derecho hundido en su pecho. Elevé la vista, tomé su rostro entre mis manos y lo besé, despacio, suave, más bien con ternura.
Me retiré de él, tomé su mano nuevamente y comencé a cantar "Locuras". Giré desde su brazo, impulsada por la melodía. Giré, giró, giramos. Fabricamos una danza extraña, pero funcionaba. Nos movemos...nos movemos....nos movemos… (pensé).
Como respuesta a mi movimiento- desencadenado por su movimiento- Fran pidió prestada "El día en que voy a partir", para decirme, entre otras cosas:

"No te muevas, si puede estar quieta la felicidad
si puede volverse de piedra el amor.
Convierte en estatuas los días y el mar.
Quizás me comprendas mejor".


Y por la respuesta yo empezaba a comprender que a veces para moverse no hace faltan idas ni venidas. Que a veces uno puede continuar moviéndose desde la quietud, que también lleva en sí misma movilidad. Desde ahí me continúo moviendo.

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