lunes, 13 de julio de 2009

Canto en viaje

Cuando dios repartió a la gente en el mundo decidió dejar a todos los gentiles y encantadores en Uruguay. El viaje a Colonia y luego a Montevideo estuvo marcado por la emoción de la noche del jueves. Ladran Sancho que tiene una capacidad para unas 25 personas, estuvo prácticamente completo y lo más hermoso es que la mayoría eran amistades construidas en estos tres meses. Fue tal como en el Café Negro o como los antiguos encuentros de Barco Ebrio.

Los pocos que quedaron en la residencial donde vivo partieron en masa al local. Dani, mis profesores de yoga, mi compañero chileno de Flacso, Mauro, y mis incondicionales amigos de ruta en el viaje de Cusco, Pablito y Javi. El resto, público "anónimo" terminó ya hacia el final entusiasmándose con el repertorio de más de 20 canciones.

En honor a la verdad debo decir que me falta mucho para ser una verdadera profesional, pues siempre al principio algún nervio que no es de acero me traiciona y pese al ensayo incurro (todavía) en baches técnicos. Lo bueno es que he aprendido, tras los consejos del "círculo de hierro" , a no poner las antiguas caras que revelan mis errores, un acorde mal ubicado en la guitarra u olvidos de la letra.


En minutos la fuerza del corazón, el entusiasmo, la concentración y también flujos de energía constante que estoy segura me llegaban desde el otro lado de la cordillera, fueron cimentando mis pies en el escenario y sumando aplausos poco a poco. Hasta un grito salió por ahí luego de cantar La Ira y Entendiendo, mis hits definitivamente.

En general los comentarios fueron todos positivos y en caso de querer, seguro puedo volver al local a hacer un nuevo experimento.

Pero más allá del ejercicio de cantar en público y tener que vencer esta barrera psicológica de la distancia, lo bello de la noche fue constatar que hasta ahora todo lo que he querido concretar se ha resuelto mágicamente. Con una sincronía que entiendo, pero que sigue asombrándome y emocionándome por su belleza. Y es que es tan particular la sensación de integrar un perfecto engranaje de hechos, de fluir suavemente.

Tengo en la memoria recuerdos de la antigua vida, cuando al final del día sentía que de alguna manera algo quedaba sin resolver. La alegría de siempre puesta en lo cotidiano no era suficiente (ahora lo veo) para sentir esta libertad, reciprocidad y agradecimiento. Es distinto cuando uno recibe constantes bendiciones.

Esta sensación me acompañó durante los días siguientes cuando partí rumbo a Colonia y Montevideo. La primera, una ciudad que hace honor a su nombre en el casco antiguo, con callecitas con adoquines preciosos, casas de color ladrillo adornadas con enredaderas y faroles que emulan la época del sereno. Estaba tan impactada que en un momento al interior de una de las casas tuve que decirle a una pareja de argentinos mayores "disculpen, pero tengo que compartir esto con alguien, ¿cómo es posible que sea tan lindo este lugar?. Porque sí debo reconocer que el viajar sola genera de cuando en vez el problema técnico de no tener quien te saque fotografías en el momento exacto y la dificultad de compartir la emoción del minuto. Pero esa también es otra forma de llevarse al límite. Hablar con desconocidos en la calle es un buen ejercicio para abrirse al mundo y abandonar el miedo.


Luego, la carretera que une a Colonia con Montevideo durante varios minutos me recordó la patagonia chilena. Una llanura verde que ese sábado se extendió bajo particulares nubes de las más diversas formas. Se movían rápido como en Magallanes y estaban más bien dispersas así es que dejaban entrar la luz solar. Me encantó el viaje. El sol iluminado mi cara y yo disfrutando de las casas que aparecían agrupadas en pueblos o villas cada cierto tiempo. Linda esa parte de Uruguay y al parecer, muy potentada también.


La capital tiene la particularidad de ser moderna, pero de mantener el ritmo del Chile de los años ochenta. El comercio se cierra los sábados a las dos de la tarde, no existe una saturación por exceso de microbuses aunque hay excelente locomoción y la gente circula con un relajo impactante. Es una ciudad que a ratos me sonó a Valparaíso por su arquitectura y la brisa del puerto. El stress y la histeria de Buenos Aires desaparecieron en la quietud de Montevideo. Lo agradecí.

Y ese mismo día de vuelta del recorrido turístico de rigor, me encontré con lo típico de las hostales internacionales. En la sala de estar había un grupo compuesto por francesa, polaca, gringo, inglés y porteño tocando guitarra. Me sumé por supuesto y estuvimos cantando hasta antes del asado que compartimos en la noche con el resto de los pasajeros (el mío fue de papa y morrón por cierto). Se sumaron entre tanto un venezolano y un brasileño con quien pudimos cantar a Marisa Montes y luego algunos uruguayos de la residencial que estaban felices con la letra de mis canciones y la voz. Breves segundos para el ego y la sensación de estar en gira. La noche fue coronada en una salsoteca, dónde me saqué todas las ganas que tenía de bailar acumuladas por más de tres meses.

El viaje de regreso a Colonia y Buenos Aires sirvió para decantar. Volvía a mi realidad, pero también sentí muy fuertemente que volvía a casa. Y ahí me acordé mucho de la canción con la que terminé el concierto del jueves, "Partir" (creada acá en el marco del taller de composición). Mientras caminaba por la callecitas de Buenos Aires cerca de las 11 de la noche no había nada que me pareciera extraño o poco familiar. Todo en su lugar, con los mismos olores, el mismo viento helado de invierno, los mismos porteños, el mismo día domingo.


Me gustó regresar y sentir como dice la canción que aunque no tengo raíces siempre "tengo un nuevo hogar dibujado en el centro de mi pecho".

3 comentarios:

  1. Notas al margen:
    1. Tras el concierto, uno de los brasileños que vive conmigo se acercó a una mesa con dos chicas que resultaron ser chilenas. Él suele ser muy tímido, pero tomó valor y las abordó diciéndoles "bueno yo soy amigo de la cantante" ajaj.
    2. En Colonia hay una calle que se llama "De los suspiros". Ahí descargué los mismos, acumulados durante toda esta travesía.

    ResponderEliminar
  2. Muy bueno y entretenido relato, que bueno saber que fue todo un éxito ( 20 canciones Guau!) tu presentacion en el Ladran Sancho.... y conocer las ultimas noticias de tu "Gira" de promoción por Sudamerica y el impacto que esta logrando.. ya veo que están surgiendo los fans... al instante, pero si es innegable el gran talento que tienes y tienen todos en las bellas y queridas familias Diaz y Soler. El viaje a colonia y Montevideo se ve que lo disfrutaste a concho.. su respiro dentro del ruido de la capital.. bueno un abrazo a la distancia y cuenta conmigo para la difusion de las proximas actuaciones ya sea en Baires o en en cualquier rincon de Sudamerica. Saludos! y sigue escribiendo...

    ResponderEliminar
  3. Pero que capacidad de juntar gente, de generar lazos y apoyo donde estés.
    Es tu luz amiga, que te guía y nunca, nunca te va a abandonar, porque es tu fortaleza, es lo que te define, sino no serías Carolina Díaz.
    Me acordé mucho de ti y te envié toda mi vibra, amiga por favor, te voy a pedir una sola cosa... cuando seas famosa no te olvides de los pobres ja, ja.
    Besos preciosa y como siempre... tus historias em llenan de energía.

    Buen consejo el de las caras...

    ResponderEliminar