martes, 14 de julio de 2009

Lazos


Antes de partir a Uruguay y ya de vuelta he tomado la costumbre de pasar al menos unas tres horas en la cocina de la hostal. Coincide con el almuerzo, así es que suelo encontrarme con algunos de los residentes. Particularmente con Alex, 21 años, estudiante de medicina. Un niño que a ratos me recuerda a mis hermanos por lo bueno para reir y sacar conclusiones existencialistas de la vida.
Entre porotos negros (él) y ensaladas con champiñones (yo) me contó que era hijo biológico de una antigua empleada de la hacienda dónde creció. Hacienda de sus padres adoptivos. Es cercano a su madre, "a ella le pido si necesito algo, con ella converso, a ella le digo que la amo". No es tan cercano con su padre "sólo una vez él me dijo que me amaba y fue cuando yo quería irme de casa". Cuando tenía cinco años se enteró que no era hijo natural de ambos y a partir de entonces, afortunadamente, dejó de maltratar a las otras empleadas de la casa.
Con este antecedente entendí su constante discurso de diferenciación de clases, pero también su intención de querer devolverle la mano a la vida y llegar a convertirse en una buena persona.
De ahí transitamos a las explicaciones de por qué los hombres y las mujeres suelen ser como son. Claro, a sus 21 años tiene urgencias de 21 años y yo con mi distancia de una década lo miro, río y contesto sus preguntas adolescentes todavía. Me cae bien este muchacho.

También suelo encontrarme con Reyani, Reyi, una preciosa mujer de 35 años, brasilera, profesora de teatro con quien he encontrado muchos puntos en común. Es, si se quiere, la persona en la residencial más afín a mí en muchos sentidos. Ayer, de hecho, fuimos juntas a la clase de Ashtanga, pues ella quería retomar su práctica. Hemos tenido largas conversaciones sobre cine, política, fotografía, música, etapas de la vida, pesares femeninos y otras tantas cuestiones.

Luego aparece Fabio, brasileño, 33 años, farmacéutico y también estudiante de medicina. Hijo de libanés y madre de ascendencia italiana. Me suelo reir con sus desvaríos sobre Rocco, un colega de la Chicholina que no conozco ni en pelea de perros, pero que me resulta familiar dadas las referencias.

Pese a que a veces es un poco helada la cocina se ha convertido en mi lugar favorito dentro de esta casa, pues día tras día se presta para armar nuevos lazos.

3 comentarios:

  1. Tambien sirve para cocinar, calentarse con un café o con la llama ... para tirar también es rica ja, ja.
    Besos

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  2. Amiga linda cada dia escribes mas lindo, lo magico fue que al leer cambio de piel y lazos, fue como estar escuchandote, en esas largas conversaciones cerquita de la estufa con cafe y cigarros... te quiero mil

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