martes, 29 de septiembre de 2009

Asisi

Asisi murió el domingo 20 de septiembre cerca de las cuatro de la mañana, a dos días de cumplir 82 años. Hace unos cinco meses vivía con mis papás en Copiapó, un tiempo bendito que sirivió para que ella y mi mamá se acercaran y limaran sus desafectos de tanto tiempo.
Las últimas semanas mi abuela había decidido darle las buenas noches a mi vieja con un beso para así saldar la deuda de los besos no dados durante más de cincuenta años. Estaba lista, plena, resuelta, con su corazón más abierto que nunca. Fueron muchos los regalos que nos dejó, entre ellos la música y el canto, el amor por los hijos y los nietos, la posibilidad de un reencuentro familiar inesperado.
Esa tarde de domingo mis padres partieron desde Copiapó a La Serena para realizar el funeral. Yo tomé el primer vuelo a Chile. Al vernos con mi mamá nos fundimos en un abrazo largo. En él sentí su pena profunda por la pérdida, mezclada con el agradecimiento de nuestro encuentro. Por primera vez la contuve, pude darle consuelo, tal como ella lo ha hecho conmigo durante tantos episodios de mi vida.
En medio del duelo y las circunstancias yo me esforzaba por aterrizar en mi país. Fue todo demasiado rápido, un parto prematuro. Supongo que no estaba preparada para regresar antes de lo previsto, menos para tener reencuentros con familiares, amigos, con las calles, los paisajes, la cordillera. Pero de a poco fui sintiéndome cada vez más en casa.
Tras unos días en el norte con mis papás, regresé a Santiago. Ahí apareció un nuevo estado de shock. Regresé al barrio donde tenía mi antigua vida y aunque lo reconocí me sentí tan extrajera. Extranjera a ratos también entre mis amigos. Yo muy hacia dentro y la mayoría como siempre, como solíamos ser todos, muy hacia afuera. Entre medio la bendición de compartir con mis hermanos y Celeste, quien llenó mi alma y suavizó mis días. La posibilidad de encontrarme con mi amigo íntimo y disfrutarnos en la polaridad de los silencios y las conversaciones.
Por unos días me sumergí en una pausa, un paréntesis, una oportunidad de evaluación, de revisión del trabajo hecho durante estos meses. Y ahora, de vuelta en Baires, aún un poco mareada, intento retomar mi vida para rearmar huestes y seguir adelante.
Siento que la despedida de Asisi, que en árabe significa Amada, fue una bienvenida a múltiples reencuentros, a una serie de revelaciones, de conclusiones finales. El más hermoso legado, de todas las herencias y gestos de amor que mi abuelita nos dio durante su vida. Agradecida.

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